
Charles Chaplin deja definitivamente atrás el cine mudo y en 1947 estrena Monsieur Verdoux, ya sin rastro de Charlot y exhibiendo un discurso antibelicista. La película no es bien recibida en Estados Unidos.
CHAPLIN EN LA CUERDA FLOJA
De hecho la figura de Chaplin está en la cuerda floja. El actor ha criticado el totalitarismo, pero también el capitalismo que está en el ADN de la sociedad americana. Además, sus simpatías pro soviéticas durante la II Guerra Mundial todavía escuecen en las altas esferas, que llevan tiempo intentando desacreditarle, aireando escándalos de su vida privada.
Ahora que puede hablar, Chaplin les parece más peligroso que nunca.
El ambiente se enrarece aún más con el acoso del Comité de Actividades Antiamericanas que busca comunistas en Hollywood a principios de los años 50. De modo que en 1952 cuando Chaplin abandona Estados Unidos para la promoción en Europa de su siguiente filme, Candilejas, recibe la noticia de que le han cancelado el visado de vuelta.
Con sesenta y tres años y tras haber vivido cuarenta en Norteamérica, decide exiliarse en Suiza.
Aún rodará dos películas más.
MITO VIVO DEL CINE
Veinte años después, las voces que abogaban por la rehabilitación de la figura de Charles Chaplin son escuchadas y en 1972 vuelve a los Estados Unidos para recibir un Óscar honorífico.
En realidad con las tres estatuillas que logró a lo largo de su carrera, era más el brillo que podía aportar él a la Academia, que al revés, ya que Chaplin era un mito vivo del cine .
Con su trabajo había ayudado a forjar la naciente industria, donde lo había sido todo: actor, guionista, director, productor, compositor.
Este “traficante de la paz”, como el mismo se autodenominaba cuando lo acusaban de comunista, falleció en 1977, dejando atrás su inolvidable legado de cortometrajes y películas.
Y sobre todo nos dejó a Charlot, ese personaje atemporal que tiene la extraña virtud de gustar a todos los públicos.
(Especial Charles Chaplin: Partes I, II,III y IV).