
(Rutger Hauer como Roy Batty, en una escena de Blade Runner – Imdb.com)
BLADE RUNNER, Ridley Scott, 1982
Con Blade Runner, el director británico Ridley Scott se mantuvo en la senda de la ciencia ficción que tanto éxito le había dado en su película anterior, Alien.
Sin embargo, Blade Runner no fue recibida en absoluto como la cinta de culto que es hoy. Quizás defraudó las expectativas de quienes esperaban un título de acción, capitaneado por Harrison Ford, (el héroe para todos los públicos), y se encontraron con un filme sombrío y adelantado a su tiempo.
Su trama avanzaba los dilemas éticos asociados a la ingeniería genética.
RICK DECKARD Y LOS REPLICANTES
La película está ambientada en Los Ángeles, en un futuro distópico, que ya nos ha alcanzado, el año 2019. Gracias al desarrollo de la bioingeniería, la empresa Tyrell Corporation fabrica replicantes. Humanos artificiales, con recuerdos implantados, que realizan los trabajos más desagradables, y son programados con una esperanza de vida de cuatro años.
Los Blade Runners como Rick Deckard (Harrison Ford), son policías especializados en cazar replicantes peligrosos.
Durante su investigación, persiguiendo a varios modelos Nexus 6 que se han rebelado y vuelto a la Tierra, Rick Deckard se da de bruces con la “humanidad” que han desarrollado los seres que debe “retirar”.
LA POESÍA DE BLADE RUNNER
Hay mucha poesía en Blade Runner: La aparición de Rachel (Sean Young). El instinto de supervivencia de Roy Batty (Rutger Hauer), que le lleva a buscar a su Creador. Y esa lluvia persistente, arropada por la banda sonora de Vangelis.
Y si hay una escena mítica del cine, es el monólogo de Roy Batty rememorando “las naves en llamas más allá de Orión”. Palabras y escenas que no se perdieron como lágrimas en la lluvia, sino que fueron calando en el espectador atento, hasta conseguir colocar a Blade Runner en un lugar destacado entre los clásicos del cine.
(Post de Blade Runner 2049: Pinchad aquí)